sábado, 11 de mayo de 2013

P. CERIANI: SERMÓN PARA EL DOMINGO INFRAOCTAVA DE LA ASCENSIÓN

Domingo infraoctava de la Ascensión Ascension-4
Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Y también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.
Jesucristo ha entrado glorioso en el Cielo. La Iglesia que Él ha dejado en el mundo clava su mirada en las alturas, nostálgica, anhelante, esperando el momento de volver a verlo y poseerlo.
A Él pertenecen su corazón y su amor. Sin Él se siente como desamparada, y una dulce melancolía invade su corazón. En esta disposición de ánimo clama hoy, con el Introito, al Esposo lejano: Busco tu rostro, Señor; no apartes tus ojos de mí. Aleluya. El Señor es mi luz y mi salvación.
Busco tu rostro; esto mismo es lo que buscamos, y nuestra vida no debe ser otra cosa que la expresión de nuestra entrega a Dios y de nuestro deseo de ir a Él con toda pureza de corazón, desprendidos de todo lazo y apego terrenos que a Él le desagraden.
Busco tu rostro, en una fervorosa oración, en una sufrida y generosa caridad, en una entrega desinteresada, abnegada, por amor de Dios.
El alma que esté llena de estos sentimientos no buscará en vano el rostro de Cristo: No os dejaré huérfanos. Volveré a vosotros.
Respondamos a esta promesa con un alegre y agradecido Credo, y nos convertiremos en un vivo e irrefutable testimonio en favor de Cristo, en una personificada confesión de Cristo: Vosotros daréis testimonio de mí. Seréis expulsados de las sinagogas. Y llegara una hora en que, todo el que os mate, pensará prestar un servicio a Dios.
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El Señor ha subido a los Cielos… La Iglesia llena, de nostalgia, dirige sus miradas hacia arriba y busca su rostro... Antiguamente, la Misa de hoy se celebraba en la iglesia de Santa María ad Martyres, en el antiguo Panteón de Roma.
En esta Iglesia se conservaba entonces la imagen del rostro del Señor, el Santo Sudario de la Verónica, que hoy se venera en San Pedro.
La Iglesia busca el rostro del Señor, pero no olvida la misión que le encomendó: Vosotros daréis testimonio de mí.
La Iglesia da este testimonio de Cristo padeciendo.
La Iglesia padece: Vosotros daréis testimonio de mí. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Seréis, expulsados de las sinagogas. Y llegará el momento en que, los que os mataren, creerán hacer un servicio a Dios. Y harán esto con vosotros porque no han conocido al Padre ni a mí. Os lo digo ahora para que cuando llegue el momento, os acordéis de que ya os lo había predicho.
La Iglesia padece. Participa de la suerte de su Esposo: Me han perseguido a mí, y también os perseguirán a vosotros. San Pedro es crucificado, San Pablo decapitado; un ejército innumerable de héroes de la fe y de las virtudes cristianas: obispos, sacerdotes, seglares, hombres, jóvenes, vírgenes, incluso niños y doncellas, como Pancracio e Inés, entregan alegremente su vida en testimonio de Jesús.
Sólo en el período de los tres primeros siglos la Iglesia sufre diez terribles persecuciones. Y ello, para dar testimonio de Jesús.
Vienen después las grandes herejías de los siglos siguientes. Nuevos enemigos, nuevos sufrimientos, nuevas persecuciones, nuevos mártires.
Llegan más tarde los reyes y las potestades de la tierra, y exigen de la Iglesia que declare caducada la Ley del Señor sobre la santidad del matrimonio y pacte con las pasiones del corazón corrompido del hombre. Pero ella no lo hace; da valientemente testimonio de Cristo y de su Ley, al precio incluso de la apostasía de vastos países.
Aparecen nuevas ideas, nuevas corrientes espirituales, que aspiran a destruir el dogma y la moral cristiana. Pero la Iglesia permanece siempre inconmovible al lado de Cristo.
Padece como testigo de Cristo, de su infalible verdad y de su divina autoridad. ¡Oh Iglesia Santa! Tú has cumplido siempre la misión que tu Esposo te encomendó: Vosotros daréis testimonio de mí.
¡Tú eres verdaderamente la Iglesia de Cristo! Yo me uno a ti y quiero dar contigo, siendo fiel a ti, testimonio de Cristo. Aunque para ello tenga que perder mi crédito ante el mundo, aunque tenga que perder mi vida.
Vendrá un momento en que los que os mataren creerán hacer con ello un servicio a Dios. No debemos esperar otra cosa, ni hemos de querer tampoco otra cosa.
Os lo digo desde ahora para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había yo predicho. ¡Y nosotros no queremos convencernos de que esa hora ha de llegar! ¡Todo menos padecer! ¡Qué poco poseemos aún de la luz y del espíritu de Cristo!
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Nosotros creemos fielmente que tu Unigénito subió a los cielos. Concédenos, pues, la gracia de que habitemos también allí con nuestro espíritu.
Esta es la gran súplica que dirige hoy la Santa Iglesia a Dios. ¡Acuerdo entre la fe y la vida práctica!
Sursum corda… ¡Habitemos en el Cielo con nuestro espíritu! ¡Estemos enraizados en el mundo del más allá, en el mundo de lo supratemporal! Vivamos allí donde está Cristo glorioso, nuestra Cabeza, nuestro camino y modelo, la Verdad.
Traigamos de allí nuestros pensamientos, nuestros juicios, nuestras intenciones, nuestros motivos y nuestros impulsos. Coloquemos allí nuestras esperanzas, nuestros anhelos.
Sursum corda… ¡Miremos y valoremos los sucesos, los obstáculos, las eventualidades, los hombres, los trabajos, los deberes y los dolores a la luz del más allá, de la eternidad, de Dios y del Señor glorioso!
Habitar en el Cielo significa aceptar con gusto aquí en la tierra, por amor de Dios y de Cristo, lo que se oponga a nuestros designios. Más aún: significa convertirlo todo en nuestro mayor bien. Significa recibir las calumnias e injusticias a imitación y con el espíritu de Aquél que fue condenado a muerte injustamente y ejecutado del modo más escandaloso y a quien el Padre exaltó por ello sobre todos los cielos.
Significa no querer ser agradecidos y recompensados por los hombres en este mundo, sino ponerlo todo en manos de Aquél que nos conoce a todos en el Cielo y ante el cual no se perderá ni será olvidado ninguno de los bienes que hagamos aquí en estado de gracia y con recta intención.
El que vive en el Cielo considera su misión aquí en el mundo a la luz de una predestinación eterna. No está ocioso, ni indiferente. Al contrario, mira la vida con más profundidad, con más seriedad y más gravedad; pero vive en paz con Dios.
Está elevado por encima de la vida. No se excita, como los demás. Ejecuta lo suyo con tranquilidad, con la vista puesta en el mundo de arriba. Considera los obstáculos como la cruz que Dios ha destinado para él, y marcha tras las huellas de Aquél a quien sabe ahora en el Cielo, en el trono del Padre.
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Para todo esto nos es necesaria la virtud de fortaleza. A ella pertenece confirmar al hombre en el bien de la virtud contra los peligros, sobre todo contra los peligros de muerte, y especialmente de la muerte en tiempo de persecución.
Es evidente que en el martirio el hombre es confirmado sólidamente en el bien de la virtud, al no abandonar la fe y la justicia por los peligros inminentes de muerte, los cuales también amenazan en una especie de combate particular por parte de los perseguidores.
Por eso dice San Cipriano: La muchedumbre de los presentes vio admirada el combate celestial y cómo en la batalla los siervos de Cristo se mantuvieron con voz libre, alma inmaculada y fuerza divina.
Esto nos prueba que el martirio es acto de la fortaleza. Y por eso dice la Iglesia, hablando de los mártires, que se hicieron fuertes en la guerra.
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En el acto de fortaleza hay que considerar dos aspectos:
Uno es el bien en el que el fuerte se afianza, que es el fin de la fortaleza.
Otro es la misma firmeza, que le hace no ceder ante los enemigos que le apartan de ese bien, y en esto consiste la esencia de la fortaleza.
Ahora bien, la fortaleza infusa afianza el ánimo del hombre en el bien de la justicia de Dios por la fe en Jesucristo. Y en este sentido el martirio se relaciona con la fe como el fin en el que uno se afirma; y con la fortaleza como su hábito de donde procede.
El acto principal de la fortaleza es el soportar, y a él pertenece el martirio; no a su acto secundario, que es el atacar.
Y como la paciencia ayuda a la fortaleza en su acto principal, que es el soportar, se sigue que también en los mártires se alabe la paciencia por concomitancia.
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Mártir significa testigo de la fe cristiana, por la cual se nos propone el desprecio de las cosas visibles por las invisibles. Por tanto, pertenece al martirio el que el hombre dé testimonio de su fe, demostrando con sus obras que desprecia el mundo presente y visible a cambio de los bienes futuros e invisibles.
Ahora bien: mientras vive en este mundo, aún no puede demostrar con obras el desprecio de los bienes temporales, pues los hombres siempre suelen despreciar a los familiares y a todos los bienes que poseen con tal de conservar la vida. De donde se desprende que para la razón perfecta de martirio se exige sufrir la muerte por Cristo.
La fortaleza se ocupa principalmente de los peligros de muerte, y de los demás como una consecuencia. Por lo mismo, no se llama propiamente martirio el soportar la cárcel o el destierro o el despojo de los bienes, a no ser que de ellos se siga la muerte.
El mérito del martirio no se da después de la muerte, sino en soportarla voluntariamente, es decir, cuando uno sufre libremente la inflicción de la muerte. Sucede a veces, sin embargo, que después de haber recibido heridas mortales por Cristo, o cualesquiera otras tribulaciones semejantes que se sufren por la fe en Cristo, provenientes de los perseguidores, uno puede sobrevivir largo tiempo. En este estado, el acto del martirio es meritorio, y también en el mismo momento de padecer estas penas.
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Mártires es lo mismo que Testigos, es decir, en cuanto que con sus padecimientos corporales dan testimonio de la verdad hasta la muerte; no de cualquier verdad, sino de la verdad que se ajusta a la piedad, que se nos manifiesta por Cristo. De ahí que los mártires de Cristo son como testigos de su verdad.
Pero se trata de la verdad de la fe, que es, por tanto, la causa de todo martirio.
Pero a la verdad de la fe pertenece, no sólo la creencia del corazón, sino también la confesión externa. Ahora bien, la confesión externa se manifiesta, no sólo con palabras por las que se confiesa la fe, sino también con obras por las que se demuestra la posesión de esa fe.
Por lo tanto, las obras de todas las virtudes, en cuanto referidas a Dios, son manifestaciones de la fe, por medio de la cual nos es manifiesto que Dios nos exige esas obras y nos recompensa por ellas.
Bajo este aspecto, pues, pueden ser causa del martirio las obras de otras virtudes. Por eso, por ejemplo, se celebra en la Iglesia el martirio de San Juan Bautista, que sufrió la muerte no por defender la fe, sino por reprender un adulterio.
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El Espíritu Santo, Espíritu de fortaleza, quiere venir a nosotros para enriquecernos con sus dones; pero quiere ser deseado, pedido, solicitado con insistencia.
Excitemos, pues, esta semana en nuestro corazón santos deseos, tanto más ardientes cuanto que el divino Espíritu quiere colmarnos de sus gracias en proporción a nuestro entusiasmo y nuestros deseos.
Intentemos durante esta semana hacer mejor nuestros ejercicios espirituales, reservarnos algunos momentos en el día para rogar y enviar al Cielo suspiros más ardientes.
Roguemos, en unión con María Santísima, Reina del Cenáculo y de los Apóstoles; apoyándonos en Ella, rogándole nos participe sus disposiciones interiores, sus virtudes, y nos obtenga una infusión profunda de los Dones del Espíritu Santo.

lunes, 25 de marzo de 2013

LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN






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Los Siete Dolores  DEVOCIÓN aprobada por el Papa Pío VII en 1815


 





BAR
 
La fiesta de los Siete Dolores que tradicionalmente ES LA SEMANA DEL VIERNES DE  PASIÓN, que es el viernes anterior al Viernes Santo, o más en general el 15 de septiembre, la fecha oficial para la fiesta.
 
  

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INTRODUCCIÓN
SIETE GRACIAS DE ESTA DEVOCIÓN
BENEFICIOS DE ESTA DEVOCIÓN
Stabat Mater Dolorosa HIMNO

Los Siete Dolores DEVOCIÓN: 

GEM
Introducción
El propósito de la Devoción de los Siete Dolores es promover la unión con los sufrimientos de Cristo por medio de la unión con el sufrimiento especial que la Virgen sufrió porque ella era la Madre de Dios. Al unirse a nosotros mismos tanto con la Pasión de Cristo y su Santísima Madre, entramos en el Corazón de Jesús para honrarlo en gran medida, Él es más honrado porque así  hemos honrado a su Madre.

 
Los Siete Dolores se toman de los acontecimientos bíblicos y la devoción tiene una larga historia, aunque no fue promulgada oficialmente por la Iglesia hasta el siglo XIX. Antes de la aprobación formal Papa Pío VII, la Orden Servita tenía permiso en 1668 para celebrar la fiesta de los Siete Dolores porque la Orden fue instrumental en la popularización de la Devoción de los Siete Dolores.
En la Edad Media, la teología católica se concentró principalmente en la Pasión de Cristo, del lado del Varón de dolores, sin embargo, los fieles siempre contemplaron a la Reina de los Mártires. La devoción a Cristo Crucificado y Nuestra Señora de los Dolores crecían al lado del otro. En el Calvario había en cierto sentido dos altares, uno en el cuerpo de Jesús, y el otro en el Corazón Inmaculado. Cristo inmolado en Su carne, María,en su corazón, su fiesta. El 15 de septiembre, el día siguiente a la antigua fiesta de la Santa Cruz, la Iglesia conmemora la compasión de María, pero conviene , especialmente durante la Cuaresma, en honor a los Dolores de María.

 
María no se menciona en los relatos del Evangelio en la Transfiguración de Cristo, en su entrada en Jerusalén, pero ella si figura como presente en el Calvario. Entendiendo la Voluntad de Dios fue y es fiel, que coopera con el Hijo como Corredentora. Había preparado la víctima para el sacrificio y ahora ella le ofreció en el altar del Calvario.
El Evangelio, Juan 19:25, dice: "Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena". Al legado de Cristo, María fue proclamada Madre universal de la humanidad en la Cruz.
María tenía tres amores en su Corazón Inmaculado: Dios, su Hijo, y las almas. Ella amó tanto al mundo que dio a su Hijo único. Como San Bernardo dijo: "La espada no habría llegado a Jesús si no hubiera atravesado el corazón de María." María amaba las almas  en el Calvario, después de sufrir tales tormentos crueles mereció ser la madre de toda la humanidad.

 
María es el apóstol porque ella es Corredentora: He aquí  María en el Calvario, la Iglesia sufre y ora, se pone de pie, como una ofrenda de sacrificio.
San Ambrosio dijo: "He leído que estaba de pie, pero no leo que lloró". Cuando María nos dio a su Hijo, nos dio todo. Por lo tanto, puede muy bien decirse: "He aquí este corazón que tanto ha amado no a escatimado nada para todas las personas

Las Siete gracias de esta devoción


 
1. Le daré paz a sus familias.
2.Ellas serán iluminadas sobre los misterios divinos.
3. Yo los consolaré en sus penas y los acompañaré en sus trabajos.
4. Voy a darles todo lo que piden, siempre que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo o a la santificación de sus almas.
5. Voy a defenderlos en sus batallas espirituales con el enemigo infernal y yo los protegeré en todos los instantes de su vida.
6. Yo visiblemente les ayudaré en el momento de su muerte, verán el rostro de su Madre.
7. He obtenido esta gracia de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción a mis lágrimas y Dolors, se tomará directamente de esta vida terrenal a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo y Yo seremos su consuelo eterno y la alegría.

Beneficios de la devoción a la Madre de los Dolores
1. Para entender el valor de un alma, vale la pena el sacrificio supremo en el Calvario.
2. Para trabajar por las almas, por la evangelización, los derechos a los deberes de la vida,
oración por los pecadores.
3. Orar siempre, en una vida de unión con Dios, y el que tiene un corazón semejante al de Jesús y al corazón de María, debe trabajar por la salvación de las almas.
Cuando cometemos un pecado traemos dolor a la Virgen, porque ella es, de hecho
nuestra Madre , nuestra Madre espiritual, y ella cuidaba a
nosotros mientras miraba por encima de su bebé, hace más de dos mil años atrás.
Es el deseo de Jesús de que debemos pensar en la Pasión, para ofrecerle
nuestra devoción y para renovar nuestro dolor por el pecado. También es Su deseo,
como la Iglesia hace la claridad para nosotros, es que debemos pensar en la
compasión de María en su Pasión.

La Misa de la fiesta de los Siete Dolores incluye el himno tradicional, el Stabat Mater, que está incluido tradicionalmente por versos en las 14 estaciones del Vía Crucis. San Buenaventura es considerado el autor del Himno.

                                                                                     
Stabat Mater dolorosa  
Iuxta crucem lacrimosa,
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristantem et dolentem
Pertransivit gladius.

O quam tristis et afflicta
Fuit illa benedicta
Mater unigeniti
Quae maerebat et dolebat.
Et tremebat, cum videbat
Nati poenas incliti.

Quis est homo qui non fleret,
Matrem Christi si videret
In tanto supplicio?
Quis non posset contristari,
Piam matrem contemplari
Dolentem cum filio?

Pro peccatis suae gentis
Jesum vidit in tormentis
Et flagellis subditum.
Vidit suum dulcem natum
Morientem desolatum
Dum emisit spiritum.

Eja mater fons amoris,
Me sentire vim doloris
Fac ut tecum lugeam.
Fac ut ardeat cor meum
In amando Christum Deum,
Ut sibi complaceam.

Sancta mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas
Cordi meo valide.
Tui nati vulnerati
Iam dignati pro me pati,
Poenas mecum divide!

Fac me vere tecum flere,
Crucifixo condolere,
Donec ego vixero.
Juxta crucem tecum stare
Te libenter sociare
In planctu desidero.

Virgo virginum praeclara,
Mihi jam non sis amara,
Fac me tecum plangere.
Fac ut portem Christi mortem,
Passionis eius sortem
Et plagas recolere.

Fac me plagis vulnerari,
Cruce hac inebriari
Ob amorem filii,
Inflammatus et accensus,
Per te virgo sim defensus
In die judicii.

Fac me cruce custodiri,
Morte Christi praemuniri,
Confoveri gratia.
Quando corpus morietur
Fac ut animae donetur
Paradisi gloria. Amen.
     
tomado de :

Espolon




























viernes, 15 de marzo de 2013



PRESENTACIÓN:
ES LA HORA DE MARÍA


“Entonces fue abierto el Templo de Dios, el que está en el cielo, y fue vista en su Templo el Arca de su Alianza ... Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol y con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas” (Apoc. 11:19 - 12:1).

Vivimos en plena época de actividad mariana. La Santísima Virgen María está intentando con su intervención forzar a sus hijos a rectificar el camino de apostasía emprendido por la humanidad.

Esta Hora de María en que vivimos está anunciada desde tiempo inmemorial. Son muchos los santos y videntes que han hablado de ella en todos los tiempos. Pero, ante todo, está profetizada en los Libros Sagrados: “Fue vista en su Templo el Arca de su Alianza… Y una gran señal apareció en el cielo…” SIGNUM MAGNUM.

Algunos intérpretes ven en el Arca del Testamento a la Santísima Virgen María (Fœderis Arca) visible en la tierra en los últimos tiempos. Puede significar sus apariciones, su devoción aumentada, la definición dogmática de sus glorias, privilegios y prerrogativas... o mejor, todo ello junto.

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EL REINO DE JESÚS POR MARÍA

En el punto culminante de la revelación sobre los últimos tiempos, Dios manifiesta la misión encomendada a la Santísima Virgen María (Apocalipsis: 11:15-19; 12: 1-2 y 10):
“Tocó el séptimo Ángel. Entonces sonaron en el cielo fuertes voces que decían: «Ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos». Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios diciendo: «Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, Aquel que es y que era porque has asumido tu inmenso poder para establecer tu reinado. Las naciones se habían encolerizado; pero ha llegado tu cólera y el tiempo de que los muertos sean juzgados, el tiempo de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, pequeños y grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra». Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el Arca de su Alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada.

Y una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz (…) Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo…»”.
A lo largo de toda la historia de la Iglesia hubo quienes se ocuparon de recordar y destacar que María Santísima es “el Gran Signo de Dios sobre la tierra”.
Entre aquellos que han enseñado y predicado la misión providencial de la Madre de Dios se destaca San Luís Maria Grignion de Montfort.

Este enamorado de María nació en 1673 y murió en 1716; fue un valiente defensor de la fe católica, un predicador elocuente de la Cruz y del Rosario, un devoto esclavo de Jesús en María y un propagador infatigable de la esclavitud mariana.

En su admirable Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, el santo misionero anuncia, con acentos de profeta, que pronto el Reino de Jesús por María se establecerá en las almas:

[113] “Hoy me siento más que nunca animado a creer y esperar aquello que tengo profundamente grabado en el corazón y que vengo pidiendo a Dios desde hace muchos años, a saber, que tarde o temprano, la Santísima Virgen tenga más hijos, servidores y esclavos de amor que nunca y que, por este medio, Jesucristo, reine como nunca en los corazones.”
[114] “Preveo claramente que muchas bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para redactarlo o sepultar, al menos, estas líneas en las tinieblas o en el silencio de un cofre, a fin de que no sea publicado. Atacarán, incluso, a quienes lo lean y pongan en práctica. Pero, ¡qué importa! ¡Tanto mejor! ¡Esta perspectiva me anima y hace esperar un gran éxito, es decir, la formación de un escuadrón de aguerridos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo, que combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los tiempos como nunca peligrosos que van a llegar! «¡Qué el lector comprenda!» «¡Entiéndalo el que pueda!»”
La profecía concerniente al Tratado de la Verdadera Devoción se cumplió al pie de la letra: en efecto, sólo en 1824 el manuscrito fue recuperado del fondo de un cofre donde se hallaba enterrado.

El oráculo debe cumplirse también respecto de la extensión del Reino de María…

¿Qué tiempo ha sido más peligroso para la Iglesia y para las almas que el nuestro? Por todas partes el error y la mentira llevan a cabo una batalla sacrílega contra la Verdad.

Pero, contra la apostasía generalizada, la piedad y la devoción marianas se desarrollan, y las palabras de la Sagrada Escritura cobran una tangible realidad: “Un Gran Signo apareció en el cielo”.
Sí, vivimos en plena época de actividad mariana. La Santísima Virgen María está intentando con su intervención forzar a sus hijos a rectificar el camino de apostasía emprendido por la humanidad.

Algunos intérpretes ven en el Arca de la Alianza a la Santísima Virgen María (Foederis Arca) visible en la tierra en los últimos tiempos. Puede significar sus apariciones, su devoción aumentada, la definición dogmática de sus glorias, privilegios y prerrogativas... o mejor, todo ello junto.
Manifestación de María,
los últimos tiempos y la Parusía

Según la tesis de San Luís Maria Grignion, la manifestación de la Santísima Virgen estaba reservada para los últimos tiempos, como él lo afirma claramente en el Tratado de la Verdadera Devoción:

[49] “Por María ha comenzado la salvación del mundo y por María debe ser consumada. María casi no ha aparecido en el primer advenimiento de Jesucristo... Pero, en el segundo María debe ser conocida y revelada mediante el Espíritu Santo, a fin de hacer por Ella conocer, amar y servir a Jesucristo”.

[50] “Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos”.
San Luís María pone estos últimos tiempos en relación con la Parusía o Segunda Venida de Nuestro Señor:

[50] “Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos (…) porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de Justicia, Jesucristo, y por lo mismo, debe ser conocida y manifestada, si queremos que Jesucristo lo sea (…) porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente (…) porque María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia (…) porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces "como un ejército en orden de batalla"sobre todo en estos últimos tiempos, porque el diablo sabiendo que le queda poco tiempo y menos que nunca para perder a las gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.”

Estos últimos tiempos están relacionados por el Santo con la plena manifestación de la Santísima Virgen y con el Anticristo, y no con una época más remota; en efecto, San Luís dice:

[51] “Es principalmente de estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que aumentarán todos los días hasta el reinado del Anticristo, de las que se debe entender esta primera y célebre predicción y maldición de Dios, lanzada en el paraíso terrenal contra la serpiente: «Yo pondré enemistades entre tí y la mujer, y tu raza y la suya; ella misma te aplastará la cabeza y tú pondrás asechanzas a su talón»” (Gén. 3:15)


Cuando el Santo escribía estas cosas pensaba que ocurrirían próximamente, y no como algo perdido en la lejanía de los tiempos venideros de la historia; podemos confirmarlo en el texto siguiente:

[47] “He dicho que esto acontecerá especialmente hacia el fin del mundo y muy pronto”

La Verdadera Devoción marial tiene una connotación apocalíptica esencial; separarlas equivale a adulterar el mensaje de San Luís y a desnaturalizar la esclavitud mariana.

San Luís María comienza su Tratado relacionando sin ninguna duda el Reino de Jesucristo y su Parusía con la devoción a la Santísima Virgen:

[1] “Por la Santísima Virgen Jesucristo ha venido al mundo y también por Ella debe reinar en él”
[13] “La divina María ha estado desconocida hasta aquí, que es una de las razones por qué Jesucristo no es conocido como debe serlo. Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el Reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del Reino de la Santísima Virgen, que lo dio a la luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda”

San Luís María precisa, pues, la connotación íntima entre los últimos tiempos y la devoción mariana: la manifestación de la Virgen María es para el santo un hecho que señala claramente los tiempos apocalípticos, los últimos, de los cuales nos hablan las Sagradas Escrituras.


Ahora bien, todas las apariciones marianas a partir del siglo XIX constituyen un mensaje celeste para advertirnos de que estamos indudablemente en los últimos tiempos, en el fin de los tiempos, que presagian la Segunda Venida de Jesucristo.

A partir de 1830, en París, asistimos a una serie de apariciones de Nuestra Señora; este hecho prueba, de manera irrefutable, que nos encontramos en los últimos tiempos descriptos por el Apocalipsis que, como indica San Luís María, están reservados para la verdadera devoción mariana.

Con la aparición de La Salette, en 1846, Nuestra Señora deja un mensaje netamente apocalíptico, en el cual se anuncia el eclipse de la Iglesia y la perdida de la fe, incluso en Roma, que no sólo perderá la fe, sino que llegará a ser la sede del Anticristo.
Fátima y el
Corazón Inmaculado de María

El secreto de Fátima, comunicado a los tres videntes el 13 de julio de 1917, concluye por una promesa que nos establece en una gran esperanza.

En efecto, la Virgen Inmaculada anuncia que el terrible combate de los últimos tiempos llega a una etapa crucial en 1960, pero que terminará por la victoria final de su Corazón Inmaculado.

Si bien la conclusión del Secreto no anuncia de una manera explicita que el triunfo del Corazón Inmaculado será de orden universal, todo el contexto lo implica indudablemente. El Secreto tiene, en efecto, de una punta a la otra, un alcance mundial.

En el texto, la palabra “mundo” se repite cuatro veces:

Es “en el mundo” que Dios quiere establecer la devoción al Corazón Inmaculado de María.

Si no obedecen a los pedidos de Nuestra Señora, es “el mundo”que será castigado por Dios a causa de sus crímenes.

Es “a través del mundo” que Rusia expandirá sus errores.

Es finalmente “al mundo” que será dado un cierto tiempo de paz.


Por lo tanto, cuando Nuestra Señora anuncia solemnemente “Al fin mi Corazón Inmaculado triunfará”, se trata de un triunfo universal.

El culto de este dulce y tierno Corazón Inmaculado preparará la instauración del Reino glorioso del Sagrado Corazón de Jesús en toda la tierra.

Esto es lo que enseña, con claridad y fuerza, San Luís María Grignion de Montfort, el profeta de la victoria de María en el gran combate de los últimos tiempos, cuya inminencia prevé.

El santo asocia, no solamente la manifestación y el conocimiento de María a la Segunda Venida de Nuestro Señor, sino también que ésta tiene por finalidad hacer reinar a Jesucristo sobre la tierra:

[158] “Y si mi amable Jesús viene, en su gloria, por segunda vez a la tierra (como es cierto) para reinar en ella, no elegirá otro camino para su viaje que la divina María, por la cual tan segura y perfectamente ha venido por primera vez. La diferencia que habrá entre su primera venida y la última, es que la primera ha sido secreta y escondida, la segunda será gloriosa y resplandeciente; pero ambas serán perfectas, porque las dos serán por María. ¡Ay! He aquí un misterio incomprensible: «Hic taceat omnis lingua» (Calle aquí toda lengua)”

Esta idea la encontramos también en el número 13, que ya hemos citado:

[13] “Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el Reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del Reino de la Santísima Virgen, que lo dio a la luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda”
En su libro El Secreto de María, el Santo pone magistralmente la devoción mariana en relación con la Segunda Venida y el Reino de Cristo:

[58] “Así como por María vino Dios al mundo la vez primera en humildad y anonadamiento, ¿no podría también decirse que por María vendrá la segunda vez, como toda la Iglesia lo espera, para reinar en todas partes y juzgar a los vivos y a los muertos? Cómo y cuándo, ¿quién lo sabe? Pero yo bien sé que Dios, cuyos pensamientos se apartan de los nuestros más que el cielo de la tierra, vendrá en el tiempo y en el modo menos esperados de los hombres, aun de los más sabios y entendidos en la Escritura Santa, que está en este punto muy oscura”.
[59] “Pero todavía debe creerse que al fin de los tiempos, y tal vez más pronto de lo que se piensa, suscitará Dios grandes hombres llenos del Espíritu Santo y del espíritu de María, por los cuales esta divina Soberana hará grandes maravillas en la tierra, para destruir en ella el pecado y establecer el reinado de Jesucristo, su Hijo, sobre el corrompido mundo; y por medio de esta devoción a la Santísima Virgen, que no hago más que descubrir a grandes rasgos, empequeñeciéndola con mi miseria, estos santos personajes saldrán con todo”.
El pensamiento del Santo es claro y su expresión también: por María llegará el Reino de Jesús, al fin de los tiempos, después de su Parusía.


Para San Luís Maria el triunfo es por la Parusía y por intermedio de la Virgen. Basta recordar lo que dice insistentemente:

[13] “Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el Reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del Reino de la Santísima Virgen, que lo dio a la luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda”.

San Luís María identifica Parusía y Reino de Cristo.

Recordemos la Oración abrasada, que es eminentemente apocalíptica:

“Acordaos, Señor, de esta Comunidad en los efectos de vuestra justicia. Es tiempo de hacer lo que habéis prometido hacer. Vuestra divina ley es transgredida; vuestro Evangelio abandonado; los torrentes de iniquidad inundan toda la tierra y hasta arrastran a vuestros servidores; toda la tierra está desolada; la impiedad está sobre el trono; vuestro santuario es profanado, y la abominación está hasta en el lugar santo. ¿Dejaréis todo, así, en el abandono, justo Señor, Dios de las venganzas? ¿Llegará a ser todo, al fin, como Sodoma y Gomorra? ¿Os callaréis siempre? ¿No es preciso que vuestra voluntad se haga en la tierra como en el cielo, y que venga vuestro reino? ¿No habéis mostrado de antemano a algunos de vuestros amigos una futura renovación de vuestra Iglesia? ¿No deben los judíos convertirse a la verdad? ¿No es eso lo que la Iglesia espera? ¿No Os claman justicia todos los santos del cielo: vindica? ¿No Os dicen todos los justos de la tierra: Amen, veni Domine? Todas las criaturas, hasta las más insensibles, gimen bajo el peso de los innumerables pecados de Babilonia, y piden vuestra venida para restablecer todas las cosas”
Es totalmente claro que el triunfo debe venir por la intervención de Jesucristo en su Parusía.

Esto excluye el triunfo antes de la Parusía; porque, además, el triunfo es el Reino de Cristo sobre la tierra, después de la Segunda Venida.


El Santo identifica en sus escritos Parusía - Triunfo - Reino.

Quien no comprenda que San Luís enseña esto, no comprende nada sobre la doctrina del Santo.

La promesa del triunfo universal del
Corazón Inmaculado de María

El mensaje de Fátima nos enseña que en el momento de la gran apostasía será la devoción a la Santísima Virgen, y más precisamente la práctica de la reparación a su Corazón Inmaculado, que los purificara a todos del veneno del error y de las seducciones de Satán, y que los conducirá a Dios.


El Padre Maximiliano Kolbe, sin saber nada, aparentemente, de las apariciones de Fátima, conocía la misión que Dios ha confiado a la Virgen Inmaculada en el combate apocalíptico:

“Nuestra época es la época de la Inmaculada. La serpiente levanta la cabeza sobre toda la tierra; pero la Inmaculada va a aplastarla por victorias decisivas, bien que él no cesa de acechar a su talón.
Bajo el estandarte de la Inmaculada se librará una gran batalla, y nosotros haremos ondular sus estandartes en las fortalezas del Príncipe de tinieblas.
Entonces las herejías y los cismas se extinguirán, y los pecadores empedernidos, gracias a la Inmaculada, volverán a Dios, a su Corazón lleno de amor, y todos los paganos se harán bautizar.
De este modo se cumplirá lo que Santa Catalina Labouré
 (a quien la Inmaculada reveló la Medalla Milagrosa) había previsto, es decir, que la Inmaculada será la «Reina del mundo entero» y «de cada uno en particular»”.

El Reverendo Padre Emmanuel escribía en diciembre 1880:

“Muchas veces usted habrá escuchado que se dice que «un día sigue a otro día sin que se parezcan»; pues bien, yo le digo que «muchas veces las horas se parecen sin que se sigan».
Debemos ante todo velar, como en aquella «hora» de la cual habla Jesús. Un cierto día, a una cierta hora, las tinieblas reinaban sobre la tierra, y hombres de tinieblas llevaban a cabo obras de tinieblas… Nuestro Señor les dijo: «Esta es vuestra hora, la hora del poder de las tinieblas».
Aquella hora pasó hace ya muchos siglos y, sin embargo, la hora presente tiene con ella muchas semejanzas.
Aquella fue la hora de la traición, esta es la hora de la mentira. La hora presente es la hora en que la fe se calla. Cuando la palabra pertenece a la mentira, la verdad permanece en silencio.
Las tinieblas de la hora presente nos hacen desear vivamente los esclarecimientos de la luz de arriba, y nada aparece. El sol está lejos de nosotros, la luna está velada, las estrellas están eclipsadas y puede ser que caigan del cielo; es la noche.
Puede ser que usted me pregunte: «¿Qué hace, mientras tanto Nuestra Señora de la Santa Esperanza?»
Ella relee su historia en un viejo libro, el libro de Job. Allí leemos estas palabras: «Lámpara despreciada por los ricos, preparada para el tiempo establecido» (12: 5).
«Lámpara». Nada más necesario en las horas de tinieblas. Demos gracias a Dios que nos ha proporcionado una lámpara para las horas trágicas que atravesamos.
«Lámpara despreciada». No tenida en cuenta, desconocida.
«Despreciada por los ricos». Incluso hay algunos que no se atreven a pronunciar su Nombre.
«Preparada». Ella espera… aguarda la hora marcada.
«Preparada para el tiempo establecido». Ese tiempo no es este tiempo, aquella hora no es esta hora. Esta hora pasará, y aquella hora llegará.
Debemos tener paciencia respecto de esta hora presente, y tenemos que obtener esperanza para aquella otra futura, que no tardará en llegar.
Seamos, más que nunca, fieles hijos de Nuestra Señora de la Santa Esperanza.”

Por lo tanto, mientras la noche de la “desorientación diabólica”se espesa, las palabras de la Virgen María resplandecen en nuestro cielo como una estrella:

“Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará”
La serpiente infernal será irreversiblemente derribada, su cabeza aplastada.

Promesa irrevocable, incondicional.

De este modo, Nuestra Señora no nos ha dado una vaga e incierta promesa de victoria final, sino que ha indicado con precisión los acontecimientos maravillosos que suscitarán y establecerán el Reino Universal de su Corazón Inmaculado.

Sí, esta hora llegará, y nosotros podemos adelantarla respondiendo plenamente, por lo que toca a nuestra parte, a los pedidos de Nuestra Señora: la recitación cotidiana del Rosario y de las oraciones enseñadas por el Ángel y por la Virgen María; práctica de la Comunión reparadora de los Primeros Sábados; porte del Escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo como signo de nuestra consagración a su Corazón Inmaculado.

Concluyamos con San Luís María:

[217] “El alma de María estará en ti para glorificar al Señor y su espíritu su alborozará por ti en Dios, su Salvador, con tal que permanezcas fiel a las prácticas de esta devoción. "Que el alma de María more en cada uno para engrandecer al Señor, que el espíritu de María permanezca en cada uno para regocijarse en Dios".
¡Ay! ¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso, dice un santo varón de nuestros días, ferviente enamorado de María, cuándo llegará ese tiempo dichoso en que Santa María sea restablecida como Señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su excelso y único Jesús?
¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos respiran el aire? Cosas maravillosas sucederán entonces en la tierra, donde el Espíritu Santo al encontrar a su Esposa como reproducida en las almas vendrá a ellas con abundancia de sus dones y las llenará de ellos, especialmente del de sabiduría, para realizar maravillas de gracia. ¿Cuándo llegará, hermano mío, ese tiempo dichoso, ese siglo de María, en el que muchas almas escogidas y obtenidas del Altísimo por María, perdiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, se transformarán en copias vivientes de la Santísima Virgen, para amar y glorificar a Jesucristo? Ese tiempo sólo llegará cuando se conozca y viva la devoción que yo enseño: «Ut adveniat regnum tuum, adveniat regnum Mariæ!» «¡Señor, a fin de que venga tu reino, que venga el reino de María!»”

Tomado de
 Signum Magnum

lunes, 24 de septiembre de 2012

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen (La Madre oculta)




¡FELIZ UNA Y MIL VECES,
AQUEL QUE DESCUBRE EL SECRETO DE MARIA!
San Luis Maria Grignion de Montfort.
"Hermano en Jesucristo: pongo en tus manos un secreto que me a revelado el Altísimo, no lo he podido encontrar en ningún libro.Te lo entrego con la ayuda del Espíritu Santo, con la condición:
  1. De que solo lo reveles a personas que lo merezcan por sus oraciones, amor a los pobres, vida mortificada, fortaleza en la persecución, celo por la salvación de las almas y desprendimiento universal;
  2. De que te empeñes en hacerlo vida para santificarte y salvarte, porque la eficacia de este secreto depende del uso que hagas de el;
  3. De que diariamente des gracias a Dios por haberte revelado este secreto, que no merecías conocer. A medida que lo vayas poniendo en practica en la actividad de cada día, comprenderás su precio y su excelencia.
Pero, antes implora devotamente de rodillas, la ayuda de la Santísima Virgen e invoca al Espíritu Santo, a fin de alcanzar de Dios la gracia de comprender este divino misterio..."


EL LLAMADO A LA SANTIDAD
Así inicia, con esta introducción, San Luis María de Montfort una pequeña obra, El Secreto de María, que en realidad es una carta escrita por el Padre de Montfort dirigida a una religiosa ; donde le expone brevemente la devoción de la Esclavitud de Jesús en María y que le serviría de preámbulo a su libro El Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María.
San Luis María nos asegura que el hombre a sido creado para ser santo y participar de la gloria de su creador por toda la eternidad. Que esa es nuestra verdadera vocación y que debemos orientar todas nuestras acciones, palabras, pensamientos y aspiraciones hacia ello. Pero reconoce que es una empresa imposible al hombre por sus propios medios, que solo Dios con su gracia, y gracia abundante y extraordinaria, puede conseguir que alcancemos con éxito.
Los medios de salvación y santificación los conoce todo el mundo, están detallados en el Evangelio y consisten en humildad de corazón, la oración continua, la mortificación, el abandono en la Providencia y la conformidad con la voluntad de Dios.
Todo entonces se reduce a encontrar una forma de alcanzar la gracia de Dios para poner en practica estos medios .
"Y para encontrar la gracia, hay que encontrar a María".
MARIA ES LA DISPENSADORA DE LA GRACIA
Dios escogió a María como tesorera, administradora y distribuidora de todas sus gracias. El comunica su vida y sus dones a los hombres, con la colaboración de María. Y según el poder que ha recibido de Dios, Ella reparte a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere de las gracias del Padre, por las virtudes del Hijo y de los dones del Espíritu Santo.
MARIA, MADRE DE LA GRACIA, DE DIOS Y DE LOS HOMBRE
San Luis María nos dice que María encontró la gracia, María es la llena de gracia, María es la dispensadora de la gracia, pero mas aun; María es la Madre de la gracia, es la Madre de Dios y la Madre de los hijos de Dios.
"María dio el ser y la vida al Autor de toda la gracia, por lo que es Madre de la gracia.
Nuestro Señor Jesucristo es todavía en el cielo, Hijo de María, como lo fue en la tierra por lo que conserva para con Ella la sumisión y la obediencia del mejor de los hijos para con la mejor de la madres.
María es la Madre de los Hijos de Dios porque así como en el orden natural, todo niño debe tener un padre y una madre; del mismo modo en el orden de la gracia, todo el verdadero hijo de la Iglesia debe tener a Dios por Padre y a María como Madre.
Y quien se jacte de tener a Dios por Padre, pero no demuestre para con María la ternura y el cariño de un verdadero hijo, no será mas que un impostor cuyo padre es el demonio.
María ha formado a Jesucristo, Cabeza de los predestinados. Ella debe por tanto, formar a los Miembros de esta Cabeza que son los verdaderos cristianos. Que Madre da a luz la cabeza sin los miembros, ni unos miembros sin cabeza", dice San Luis María.
María como buena Madre de todos los hermanos en Jesucristo, vela por ellos; "Pues una vez recibida en los cielos, no dejo su oficio salvador sino que continua alcanzándonos por su múltiple intercesión, los dones de la eterna salvación. Por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la Patria Celestial". (Lumen Gentium, capitulo 8. Concilio Vaticano II).
De tal forma, María da a luz, alimenta y hace crecer a sus hijos, a los predestinados, nos dice San Luis María; todos, uno por uno, todos han nacido de Ella.
"María puede aplicarse con mayor razón que la que tenia San Pablo, las palabras: "Hijos míos, otra vez me causan dolores de parto hasta que Cristo tome forma en ustedes".
Todos los predestinados, para asemejarse realmente al Hijo de Dios están ocultos mientras viven en este mundo, en el seno de la Santísima Virgen, donde esta bondadosa Madre los protege, alimenta, mantiene y hace crecer; hasta que les da a luz a la gloria después de la muerte, que es en verdad el día de su nacimiento". 
María ha recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos, ya que habiéndole dado poder sobre su Hijo único y natural, se lo ha comunicado también sobre sus hijos adoptivos, no solo en cuanto al cuerpo sino también en cuanto a el alma; para poder formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ellos.
María habita en los elegidos y predestinados. Esta presente en sus corazones y siempre que se lo permitan echara en ellos las raíces de una profunda humildad, de una caridad ardiente y de todas sus virtudes.

MARIA ES EL MOLDE VIVIENTE DE DIOS
Solo en Ella se formo Dios como hombre perfecto, sin faltarle rasgo alguno de su divinidad y solo en Ella se transformo el hombre perfectamente en Dios.
"Los escultores pueden hacer una estatua o busto perfectos de dos formas: 1. atendiendo a su pericia, a su fuerza, a su ciencia y a la perfección de sus herramientas y trabajos sobre una materia dura; o 2. utilizando un molde.
El primer procedimiento es largo, difícil y expuestos a muchos tropiezos; un golpe desafortunado del cincel o del martillo, basta con frecuencia para echarlo todo a perder.
El segundo método es en cambio, rápido, sencillo, suave, mas económico y menos fatigoso, siempre que el molde sea perfecto y represente con exactitud la figura a reproducir y que la materia utilizada sea maleable y no oponga resistencia a su manejo.
María es el molde maravillosos de Dios; quien se arroje en el y se deje moldear, recibirá todos los rasgos de Jesucristo.
Y esto en forma suave y proporcionada a nuestra debilidad, sin grandes trabajos ni angustias, de manera segura, sin peligros de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni tendrá jamas entrada donde este María", nos dice San Luis María.
El secreto consiste en encontrar de verdad a la excelsa María para hallar la abundancia de todas las gracias. Según el orden establecido por la Divina Sabiduría, Dios no se comunica de ordinario a los hombres, en el orden de la gracia, sino por medio de María.
Para llegar hasta Dios y unirse con El, es indispensable acudir a la misma persona escogida por El para descender hasta nosotros. Esto se realiza mediante una autentica devoción a la Santísima Virgen María.
 Esta autentica devoción a la Santísima Virgen se expresa interiormente:
1. honrarla, como a la digna Madre de Dios; estimarla y venerarla mas que a todos los santos
2. meditar sus virtudes, privilegios y acciones
3. contemplar sus grandezas
4. ofrecerle actos de amor, alabanza, acción de gracias
5. invocarla de corazón
6. ofrecerse y unirse a Ella
7. realizar todas las acciones con intención de agradarla
8. comienza, continuar y concluir las acciones por Ella, con Ella y para Ella; a fin de hacerlo por Cristo, en Cristo, con Cristo y para Cristo, nuestra meta definitiva
y exteriormente:

  1. Inscribirse en sus cofradías y entrar en sus congregaciones marianas
  2. Hacer en su honor limosnas, ayunos y mortificaciones espirituales y corporales
  3. Llevar el escapulario, el rosario y sus medallas
  4. Rezar atentamente el Santo Rosario, la Salve, el Ángelus, el Magnificat, etc.
  5. Adornar sus altares, coronar y embellecer sus imágenes
  6. Organizar procesiones
  7. Colocar sus imágenes en iglesias, casas, etc.
  8. Consagrarse a Ella especial y solemnemente
"Alma querida, hay una gran diferencia entre un cristiano formado en Jesucristo por los medios corrientes y apoyados en su habilidad personal; y otro que enteramente dócil, desprendido y disponible, que sin apoyarse en si mismo confía plenamente en María para ser plasmado en Jesucristo. ¡Cuantas manchas, defectos, tinieblas, ilusiones, resabios naturales y humanos hay en el primero! ¡Cuan purificado , divino y semejante a Jesucristo es el segundo!
Ella es un mundo desconocido a casi todos los mortales.
¡Feliz una y mil veces en esta vida, aquel a quien el Espíritu Santo descubre el Secreto de María, para que lo conozca! ¡Feliz aquel que puede entrar en este jardín cerrado y beber a grandes tragos el agua viva de la gracia de esta fuente sellada!".