MIÉRCOLES 22 DICIEMBRE 2010
Este triunfo del Inmaculado Corazón de María, que todo católico espera, hay que situarlo bien, para que no degenere en una utópica esperanza, al sacárselo de su contexto.
Utópica esperanza porque muchos, en espera de este triunfo, piensan o hacen consistir la crisis actual de la fe y de la Iglesia como si se tratase de una crisis más, como una crisis pasajera; y no la consideran como una crisis última y terminal, una crisis irreversible humanamente hablando, y cuya solución exige la intervención divina, personal de Dios, es decir la Parusía, el retorno glorioso de Cristo Rey (dogma de fe).
Cristo Rey, con todo el poder de su Gloria y Majestad, es el único que puede destruir, con su sola presencia y el aliento de su boca, las potencias infernales del mal arraigadas dentro de la Iglesia.
Esta no es una crisis pasajera, no puede serlo, porque dada la envergadura universal y la gravedad espiritual, al punto de perderse totalmente la fe, no dejan otra perspectiva posible. Negarlo es estar ciegos de remate. La historia nos conduce, junto con la Teología de la historia, a calificar, diagnosticar, que el mal, la crisis de fe actual, es apocalíptica. Sus dimensiones obligan a pensarlo así, máxime si tenemos los signos irrefutables del fin de los últimos tiempos. Baste recordar que estaba profetizado que la diáspora del pueblo judío tendría su fin, hacia el fin de los tiempos, cuando regresaran de nuevo a la Tierra Prometida; y esto es un hecho acontecido en 1948 (hace 60 años).
Si a esto sumamos la crisis descomunal que pública y oficialmente se viene dando desde Vaticano II, con el cúmulo de errores y herejías que están desmantelando la Iglesia, que cada vez más se parece al despojo total, incluyendo el sagrario vacío de la liturgia de Semana Santa…, si las cosas siguen así, nadie quedaría en pie; ni los fieles que resisten heroica y fielmente firmes en la Fe de siempre, en la Tradición Católica; todos sucumbirían, como muchos ya sucumbieron; y no hace falta dar nombres, pues los hechos están a la vista.
Esta crisis de fe, con toda la ola Revolucionaria de autodestrucción de la Iglesia, no puede no ser algo apocalíptico por su amplitud, gravedad y perversión; pues se cae en lo absurdo; y estulto o ignorante se tiene que ser para no verlo.
Esta crisis no puede ya nadie remediarla humanamente, sólo con la intervención del cielo se remediará.Pensar de otro modo es caer en la tentación del Progresismo, si bien se mira, pues para el Progresismo las soluciones se obtienen por las solas fuerzas intrahistóricas y del hombre. Por eso, para él la historia evoluciona dialécticamente para bien, aportando (por el fruto y el trabajo del hombre, además tecnificado) las soluciones que establezcan el bienestar y felicidad del hombre en esta tierra, cual Paraíso Terrenal, promovido tanto por el Comunismo y el Capitalismo, que buscan la felicidad en esta tierra y que trabajan para realizar el Paraíso en esta tierra, sin dogmas que dividan.
De aquí que, amalgamados, el Comunismo y el Capitalismo se fusionen en una democracia socialista tecnólatra, por lo que decía el Padre Castellani con ojo previsor: “El Capitalismo y el Comunismo, tan diversos como parecen, coinciden en el fondo; digamos, en el núcleo ‘místico’: ambos buscan el Paraíso Terrenal por medio de la Técnica, y su ‘mística’ es un mesianismo tecnólatra y antropólatra…” (El Apokalypsis de San Juan, ed. Paulinas, Buenos Aires 1963, p. 347).
Por eso los poderes de este mundo, como dice el Padre Castellani: “Propician la amalgama del Capitalismo y el Comunismo que será justamente la hazaña del Anticristo”. (Ibid. p. 184).
Esta perversa fusión se hubiera quizás evitado si Rusia hubiera sido consagrada al Inmaculado Corazón de María, con lo cual se resaltaría dignamente la intervención divina a favor de la exaltación de la Madre de Dios como preámbulo a su definitivo triunfo.
Como no se realizó lo pedido por Dios, no debemos extrañarnos por lo que dijo el Padre Castellani con profunda visión, refiriéndose al liberalismo y al comunismo: “El modernismo coaligará a los dos; y los fusionará al fundente religioso. El modernismo es el fondo común de las dos herejías contrarias, que algún día –que ya vemos venir– las englobará por obra del Pseudo‐Profeta”. (Los Papeles de Benjamín Benavides, ed. Dictio, Buenos Aires 1978, p. 45).
¿No es esto lo que estamos hoy viendo y que, por tanto verlo, se nos ha hecho casi normal, común, al punto que no se aprecia la gravedad de la situación, buscando curar un sida con una aspirina?
Y todo esto barnizado piadosa y devotamente con la falsa ilusión de una restauración por el triunfo de María fuera de contexto, el cual es apocalíptico, para después de la Parusía y no antes.
Antes podría haberse dado una cierta (relativa) paz como arras, preludio del Triunfo definitivo, total, universal del Inmaculado Corazón de María, que no se puede jamás separar (como no se separó tampoco en la Cruz) del Sagrado Corazón de su Divino Hijo.
El triunfo del Inmaculado Corazón de María es el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús, es el Triunfo de los Sagrados Corazones de Jesús y María, es el Triunfo de Cristo Rey y María Reina. Y este triunfo no puede ser efímero, relativo, parcial; tiene que ser total, universal, pleno, realizándose la gran promesa: un solo rebaño bajo un solo pastor, anhelo que late consciente e inconscientemente en el corazón de los hombres y de la humanidad.
Pero el gran peligro, la gran tentación, es querer realizarla intrahistórica, intramundanamente, como advierte el Padre Castellani, una vez más: “Hoy día es un fin político lícito y muy vigente por cierto, la organización y unificación de las comarcas del mundo en un solo Reino –que por ende se parecerá al Imperio Romano. Esta empresa pertenece a Cristo; y es en el fondo la secular aspiración de la Humanidad; pero será anticipada malamente y abortada por el contracristo –ayudado del poder de Satán” (Ibid. p. 188).
Situar o esperar el triunfo del Corazón Inmaculado de María antes de la Parusía es un error; y lógicamente también lo es situarlo antes del Anticristo, puesto que será derrotado por Cristo Rey, como dicen las Sagradas Escrituras: “Y entonces se hará manifiesto el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca y destruirá con la manifestación de su Parusía.” (II Tes. 2, 8).
Y San Agustín dice lo mismo al respecto: “La última persecución que ha de hacer el Anticristo, sin duda la extinguirá con su presencia el mismo Jesucristo, porque así lo dice la Escritura ‘Que le quitará la vida con el espíritu de su boca y le destruirá con sólo el resplandor de su presencia’.” (La Ciudad de Dios, lib. XVIII c. 53).
Hay toda una conspiración tácita para deslindar el Tercer Secreto de Fátima de su contexto apocalíptico, y esto lo podemos ver expresado en las siguientes palabras del hermano Michel de la Saint Trinite, que escribió uno de los libros sobre Fátima más completo y revelador: “La enseñanza de Jesús y de los Apóstoles sobre ‘los últimos tiempos’ parece haber desaparecido totalmente del pensamiento de nuestros teólogos y de nuestros Pastores.” (Toute la Vérité sur Fatima, Tomo III, p. 515).
“Sor Lucía, lo hemos visto, no temía decir al P. Fuentes que los mensajes de Nuestra Señora implican que nosotros hemos entrado ‘en los últimos tiempos del mundo’. Este tema pertenece efectivamente al tercer Secreto, y tenemos ahora una prueba sólida en la declaración del Cardenal Ratzinger a Vittorio Messori, en agosto de 1984. Después de haber afirmado que él ha leído el Secreto, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe responde al periodista que le pregunta por qué el secreto no ha sido nunca revelado: ‘Porque, según el juicio de papas, no agrega nada a todo eso que un cristiano debe saber de la revelación: un llamado radical a la conversión, la gravedad de la historia, los peligros que pesan sobre la Fe y la vida cristiana, y luego del mundo. Y después la importancia de ‘los últimos tiempos’ […]. Pero las cosas contenidas en este tercer Secreto corresponden a eso que anuncia la Escritura… (Jesús, Nov. 1984, p. 79).” (Ibid. Tomo III, p. 520).
Con esta declaración, del entonces Cardenal Ratzinger y hoy Benedicto XVI, no quedan dudas del tenor apocalíptico del Tercer Secreto, negarlo sería pura estulticia, o ignorancia, y sabemos que no hay nada más atrevido que la ignorancia.
Del carácter apocalíptico del Tercer Secreto de Fátima no debe quedar duda alguna, como podemos observar después de estas palabras del libro del Hermano François de Marie des Anges, que resume los tres tomos del Hermano Michel de la Saint Trinite en uno solo: “Sabemos por fuentes seguras que Sor Lucía, interrogada sobre el contenido del tercer Secreto por una de sus parientes, dio un día esta respuesta: ‘Está en el Evangelio y en el Apocalipsis, leedlos.’ Y la vidente indica igualmente en otra ocasión los capítulos VII a XIII del Apocalipsis. El último Secreto se sitúa luego en el marco apocalíptico…” (Fátima, Joie Intime Événement Mondial, ed. C.R.C. 1993, p. 422).
Aunque Sor Lucía no hubiera dicho esto, es evidente que Fátima y todas las otras apariciones o manifestaciones de la Santísima Virgen, después de casi dos siglos, son apocalípticas, como muy bien lo hace ver Mons. Iván Cadavid: “Se notó que el llanto de la Virgen en Siracusa concuerda con muchas circunstancias anunciadas en varias profecías apocalípticas y que él viene a ser una lógica conclusión de los Mensajes Marianos dentro del reinado del Virgen, fijado por varios santos profetas postestamentarios para los ‘últimos tiempos’ (Grignion de Monfort, Juan Bosco, Ana Catalina Emerich y el mismo Mensaje de Fátima). […] Lo único que queremos anotar es la singular coincidencia de todos los hechos contemporáneos con varias profecías escatológicas, y con las expresas palabras de Cristo sobre ‘las señales del fin’.” (El Llanto de María en Siracusa y la Incógnita de Nuestros Azarosos Días, ed. San Juan Eudes, Bogotá 1958, p. 92).
“En los tiempos que vivimos parecen cumplirse todos los vaticinios del Antiguo Testamento y las señales que dio Cristo a sus apóstoles sobre el final castigo del mundo.” (Ibid. p. 98).
“¡Se necesitaría tener los ojos cerrados y la mente obnubilada para no ver lo extraordinario de nuestros tiempos!” (Ibid. p. 100).
Si esto dijo dicho autor antes del Vaticano II y de todo el desastre postconciliar en el orden eclesiástico, ¿cómo nosotros hoy no vamos a verlo mucho más claro?; el no hacerlo es la prueba contundente de lo espeso de las tinieblas y del embotamiento de las mentes.
Y continúa diciendo Monseñor Cadavid: “Claramente podemos deducir que ese inconsolable llanto no es más que el epílogo de Fátima y, quizás, la corroboración de las profecías de La Salette y Heede, que a la vez, vienen a concordar con las demás profecías apocalípticas de San Malaquías, de don Bosco, de San Pío X, de San Gaspar de Búfalo, de la Beata Ana María Taigi, etc.” (Ibid. p. 83).
“El tercer secreto se relaciona con el Triunfo del Corazón Inmaculado de María. ¡Pero bien sabemos que tan sólo Lucía y Pío XII conocen dicho secreto y que versa sobre algo terrible que acontecerá al completo Reinado del Corazón de María! (Ibid. p. 65).
“¡Post tenebras lux! ¡Después de tan desastroso castigo, vendrá el anunciado Reinado total de María y con él la paz, la virtud, la santidad… en el mundo! (Ibid. p. 115).
“María reemplaza ahora a los patriarcas y profetas. Recordemos a Lourdes, Fátima, etc. Esta nueva e importante misión está muy de acuerdo con las proféticas palabras de San Grignion de Monfort y que dicen: ‘Así como María fue la vía por la cual vino por primera vez el Redentor al mundo, así Ella será nuevamente el camino de su segunda venida (la Parusía)’. Y agrega: ‘El Reinado de María, está reservado para los últimos tiempos’. En el mismo sentido se pronuncian San Juan Bosco, Santa Catalina Emerich y los Mensajes Marianos especialmente La Salette y Fátima. (…) Siracusa parece que sea el remate de todos esos llamamientos celestiales.” (Ibid. p. 32).
El triunfo que todos esperan, y que esperamos, no es un triunfo incompleto, parcial, mitigado, pues es y debe ser un triunfo completo, pleno, universal; es un triunfo absoluto, no un triunfo relativo, es como si comparásemos un gran banquete (y con octava de festejo) con una merienda rápida y frugal, tomando este ligero refrigerio por el de una comida en forma.
Con o sin consagración de Rusia, el triunfo final del Corazón de María se realizará. La paz relativa (cierta paz), que como un pequeño refrigerio (merienda), como anticipo al gran banquete nupcial si se hubiera consagrado Rusia sin que esta esparciera sus errores comunistas o socialistas, es decir el humanismo ateo (secular, laicista), por todo el mundo, y condicionando al Vaticano; esa paz relativa no puede, ni se debe miopemente confundir con el triunfo total, pleno y absoluto.
No se puede confundir un triunfo y una paz relativos, con el gran triunfo y paz plenos, que sin condiciones se dará al fin y al cabo, al final, finalmente.
Por esto, el Triunfo del Inmaculado Corazón de María no se puede esperar sin el Triunfo de Cristo Rey,cuando venga en gloria y majestad. El Triunfo del Inmaculado Corazón de María es inseparable del Triunfo del Sagrado Corazón de Jesús, es el Triunfo de los Sagrados Corazones de Jesús y María, y separarlos es dividir a Cristo, es disolver a Jesús, que es lo característico del Anticristo, “qui solvit Jesus“,
según la expresión del apóstol del Sagrado Corazón, el discípulo amado, San Juan Evangelista.
según la expresión del apóstol del Sagrado Corazón, el discípulo amado, San Juan Evangelista.
Citaremos algunos textos más, que nos vienen en apoyo a lo afirmado:
“Faltaríanos, pues, el terrible y corto castigo, y, después, el completo reinado del Corazón de María. ¡Lo uno y lo otro parecen ya vecinos!” (Iván Cadavid, Op. cit. p. 108).
“Cumplido semejante castigo vendrá el completo Reinado del Corazón Inmaculado de María: la paz, la tranquilidad y religiosidad que precederán al verdadero fin.” (Ibid. p. 32).
“Todo parece indicar: primero: que estamos en ‘el principio del fin’, o sea, que en esta cuarentena de años que nos distancian del año dos mil post Christum, puede verificarse las últimas batallas de la tierra y los últimos castigos a los mortales. Segundo: que después de semejantes trastornos y pruebas, tendría lugar aquí en el mundo ese reinado de la justicia, tantas veces anunciado en las Sagradas Escrituras, y ahora en los Mensajes Marianos.” (Ibid. pp. 92‐93).
“En nuestro siglo vivimos el comienzo del Reinado de María, anunciado para los últimos tiempos. Es decir: estamos en los finales de las batallas anunciadas en el paraíso terrenal cuando el Creador dijo a la infernal serpiente: ‘Ella (María) quebrantará tu cabeza’.” (Ibid. p. 48).
“Es precisamente en estos dos siglos de responsabilidad humana, cuando Dios en su bondad infinita, ha querido establecer las dinastías marianas, o sea, que ‘reservó para los últimos tiempos el reinado de María’. ‘Si por María ha comenzado la salvación del mundo’ (repetimos con San Grignion de Monfort), ‘por María debe ser consumada’. Siendo María la vía por la cual Cristo ha venido a nosotros por primera vez, Ella lo será también cuando vuelva la segunda. (Ibid. p. 44).
El triunfo del Inmaculado Corazón de María (total, pleno y universal) tendrá lugar después de la derrota del Anticristo (versión política) y del Anticristo‐Pseudoprofeta (versión religiosa), producida por la Parusía de Cristo Rey, como lo podemos ver en los dos textos siguientes, en los cuales Monseñor Iván Cadavid alude en su libro, que venimos citando:
“Monseñor Cristino Morrondo en su obra ´Catástrofe y Renovación’ (Jaén 1924), defiende con lujo de erudición hermenéutica (citando la Biblia, los símbolos y los Santos Padres), ese reinado de paz que sobrevendrá al juicio que hará Jesucristo a los vivos en su propia carne, y que antecederá al juicio de los muertos. (Recuérdense las palabras del Credo: vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.” (Ibid. p. 117).
El mismo reconocido exégeta Cornelio A Lápide reconoce (como muestra Monseñor Cadavid), lo que hoy niegan muchos por ignorancia atrevida: “Cornelio A Lápide dice que: ‘…este reinado será corporal y glorioso, es decir que los santos con sus cuerpos y sus almas han de reinar con Cristo aquí en la tierra, como reinarán eternamente en el cielo. Mas creo que ese reinado dará principio en la tierra, en el momento de haber dado muerte al anticristo, pues muerto éste y despojado de sus dominios la Iglesia reinará en todo el universo, y el redil lo compondrán judíos y gentiles y después el reino será trasladado al cielo, y por toda la eternidad.’ Toda esta cantidad de citas nos vienen a abrir paso en lo del próximo y completo reinado de nuestra celestial Madre, puesto que a ella, lo repetimos una vez más, encomendó Dios la victoria final contra la serpiente maligna.” (Ibid. p. 118). El texto de A Lápide es el correspondiente a su comentario de Dan. 7, 27.
La vidente de La Salette, advertía del error, en una de sus cartas, y viene a confirmar lo expuesto: “Es un error grande si se quiere poner, fijar el fin del mundo con el fin del Anticristo. Después de la caída temporal, o corporal del Anticristo, la Iglesia florecerá más resplandeciente que nunca, todos los judíos que queden vivos abrazarán la Fe; todos los cristianos que queden vivos serán renovados en una fe viva; no habrá fuera de la Iglesia Católica ninguna religión ni secta, y la paz la más bella, la más universal reinará durante siglos; después de lo cual, la Fe de nuevo se enfriará…” (Document pour servir à l’histoire réelle de La Salette. Lettres de Mélanie, Bergère de La Salette, au Chanoine de Brand, lettre nº 450, p. 320).
Debería ser claro, por la naturaleza del sujeto, que como hace ver el Padre Alcañiz: “el reino de Cristo y el reino del Corazón de Jesús son una misma cosa”.La Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, Granada 1958, p. 141).
Este reino es el de Cristo Rey, y tal como hace ver el Padre Alcañiz, citando las palabras de Pío XI en su encíclica Miserentissimus: “el Vicario de Jesucristo rotundamente asegura que ha de llegar un día:saboreamos de antemano las alegrías de aquel día venturoso, un día en que todo el orbe, de voluntad y con gusto se someterá obediente al imperio suavísimo de Cristo Rey, un día, pues en que se halle realizado el reinado universal de Jesucristo en la tierra.” (Ibid. p. 142‐143).
Y con profunda visión, el Padre Alcañiz observa y argumenta: “Si, pues, el reinado de que habla el Papa fuese el del Sagrado Corazón de Jesús, tendríamos afirmado por el Romano Pontífice el reinado universal del Sagrado Corazón. Ahora añadimos que ese reino es, en efecto, el del Sagrado Corazón Divino. En primer lugar, al final del párrafo, tomando otra vez el Pontífice a hablar del reino universal futuro. Lo describe con estas palabras: aunar todos los pueblos en el Corazón del Rey de reyes y Señor de los señores; por donde se ve bien claro que ese reino universal no es otro que el del Corazón Divino.” (Ibid. p. 143).
Y como dice San Luís María Grignion de Monfort, el santo mariano más apocalíptico: “Si, pues, como es lo cierto, deben extenderse por el mundo el conocimiento y el reinado de nuestro Señor Jesucristo, ello será indudablemente una consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen María, la cual lo dio a la luz la primera vez y lo hará resplandecer en la segunda.” (Oeuvres Complètes, Traité de la Vraie Dévotion [13], p. 494).
Queda claro que es una misma cosa el Reino de Cristo Rey, el Reino del Sagrado Corazón de Jesús y el Reino del Inmaculado Corazón o el Reino de los Sagrados Corazones de Jesús y María.
No verlo, no aceptarlo, no reconocerlo, es desvirtuar estas cosas en devociones truncadas en su profetismo apocalíptico y su cabal realización.
Basilio Méramo, Presbítero