Abrid los ojos ¡ ya estamos en los últimos tiempos ! tiempo de oración y penitencia, de enmendar nuestras vidas, de ser verdaderos apóstoles de los últimos tiempos.
Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María?
Serán un fuego abrasador, ministros del Señor, que encenderán el fuego del amor divino por todas partes.
Serán (sicut sagittae in manu potentis) agudas flechas en la mano de la poderosa María para atravesar a sus enemigos.
Serán hijos de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones, y bien adheridos a Dios, que llevaran el oro del amor en el corazón, el incienso de la oración en el espíritu y la mirra de la mortificación en el cuerpo, que serán por todas partes el buen olor de Jesucristo para los pobres y los pequeños, mientras serán un olor de muerte para los grandes, para los ricos y orgullosos mundanos. Serán nubes tonantes que volarán por los aires, al menor soplo del Espíritu Santo, que, sin apegarse a nada, ni asombrarse de nada, ni preocuparse de nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna; tronarán contra el pecado, retumbarán contra el mundo, herirán al diablo y a sus secuaces, y atravesarán de parte a parte, para la vida o para la muerte, con su espada de dos filos de la palabra de Dios, a todos aquellos a quienes serán enviados de parte del Altísimo.
Serán apóstoles verdaderos de los últimos tiempos, a quienes el Señor de las virtudes dará la palabra y la fuerza para obrar maravillas y obtener despojos gloriosos sobre sus enemigos; dormirán sin oro ni plata y, lo que es más, sin cuidado en medio de los otros sacerdotes, eclesiásticos y clérigos (inter medios cleros) ; y sin embargo tendrán las alas plateadas de la paloma, para ir, con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de las almas, a donde el Espíritu Santo los llamará, y no dejarán tras sí, en los lugares en que habrán predicado, sino el oro de la caridad divina, que es el cumplimiento de toda la ley.
En fin, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo que marcharán sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio del mundo y caridad, que enseñarán la vía estrecha de Dios en la pura verdad según el Santo Evangelio, y no según las máximas del mundo, sin preocuparse ni hacer acepción de nadie, sin perdonar, escuchar, ni temer a mortal alguno por poderoso que sea. Tendrán en su boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; llevarán sobre sus hombros el estandarte ensangrentado de la Cruz, el crucifijo en la mano derecha, el rosario en la izquierda, los sagrados nombres de Jesús y de María sobre su corazón, y la modestia y mortificación de Jesucristo en toda su conducta.
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen.
Luis María Grignion de Monfort